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Si el artista pop norteamericano Andy Warhol hubiera sido español, en vez de inmortalizar las 32 variedades de la sopa Campbell habría pintado otras tantas tortillas de patatas, clásica, con chorizo, pimientos, verduras, guisantes, campestre…Y la tortilla de patatas española, icono de nuestra gastronomía, colgaría en las paredes del MOMA neoyorkino.

huevosSeña de identidad del establecimiento de hostelería, convencida demócrata, no distingue de clases sociales; se maneja con soltura en los compromisos gastronómicos a cualquier hora del día.
Un tal Ferrán Adrià dio la vuelta a la tortilla hace unas dos décadas deconstruyéndola para situarla en las más exquisitas mesas de tres estrellas. En la elegante copa de cóctel, el estratosférico cocinero hace una capa de cebolla, naturalmente frita, seguida de la patata reblandecida en aceite, y por último, el huevo batido, que se asoma por la parte superior contento porque le han liberado de la sartén. Haute cuisine.
La popularidad de la tortilla de patatas se constata en los videos sobre su elaboración, los más buscados en la red y en la receta más demandada en las clases de cocina para extranjeros. (Junto por supuesto la paella valenciana).

Pero vamos a lo nuestro: la tortilla de patatas se hace con… ¡PATATAS!, además de aceite de oliva virgen extra, huevos y sal —reservo a un lado la cebolla, que agregaré en otro párrafo— que mezclados con el toque personal de cada uno esperan que la sartén moldee esa medalla lustrosa que lucirá en los mostradores de todos los bares, tascas y tabernas desde primeras horas de la mañana en cada pueblo o ciudad.
Con las legañas aún pegadas en los ojos, los más madrugadores —entre los que no me cuento—saborean en el bar típico español un calentito pincho de tortilla y cafelito con leche. La “hora del bocadillo”, esos minutos inviolables de la pausa laboral, pide otra bebida: dudamos entre un tinto o cerveza —fuera del convenio— que junto con la pulga de tortilla elevan el tono anímico para afrontar el resto de jornada de trabajo. Y en las horas vespertinas no hay ruta de vinos y tapas en las que no participe un matrimonio ejemplar de vino y tapa de tortilla de patatas.
patatasQue es prueba de españolidad no tiene duda. Cierto juez de Getafe (y esto lo sé de buena tinta polaca) entre las preguntas a los extranjeros que aspiran a la nacionalidad española incluye la descripción de la receta, con los ingredientes y preparación. Y aquí surgen las dudas: ¿es más ortodoxa, más genuina, la que lleva cebolla o la que no?
Otras dudas: ¿cuántos centímetros de grosor y qué diámetro es el adecuado? Esto de los ingredientes, medidas y grosores —que han levantado encendidas discusiones en reuniones de amigos, comidas familiares, cáterin y cócteles de bodas, entre las miles de ocasiones que uno tiene para comer tortilla de patatas y presumir de gastrónomo— lo tienen claro en Carcacía, un pueblo de La Coruña, que en la XX Fiesta de la Tortilla Gigante cocinaron una con 1.100 kg de patatas y 3.200 huevos.
Sobre si debe o no llevar cebolla, lo más inteligente es opinar como Mourinho, el más diplomático de nuestros entrenadores de la liga de fútbol, que a la pregunta sobre quién debe ser el próximo “balón de oro”, Messi o Cristiano, dice, todo un caballero madridista, que “debería estar prohibido elegir quien es el mejor jugador del mundo porque estos dos son de otro planeta”.
Pues eso digo yo de la tortilla de patatas con o sin cebolla: que no son de este mundo, aunque si puedo elegir la prefiero semicuajada y con cebolla. Aún así, les refiero lo que decimos todos los españoles: la mejor tortilla, la de mi abuela.